top of page

Cuando el cuidado se comparte, la libertad crece.

Estás en una reunión, vibra un celular y alguien dice: “Disculpen, tengo que atender, es del colegio.” ¿Te imaginaste a una mujer?


En Uruguay, nosotras dedicamos en promedio 14 horas más por semana que los varones al trabajo no remunerado: tareas domésticas y de cuidados. La brecha es menor en hogares de ingresos altos, pero incluso las que tenemos el privilegio de pagar por estas tareas, seguimos a cargo de la gestión, la logística y el seguimiento: coordinar médicos, actividades, comprar regalos, ropa, armar bolsos, acompañar con deberes, pensar y resolver la merienda. No se trata solo de hacer, sino de asegurarse de que todo suceda. Eso que llamamos carga mental.


Medirlo en horas es impactante, sí. Pero a veces no alcanza para mostrar la dimensión real del impacto. Porque esas horas de más también son horas de menos: menos tiempo para nosotras, para el cuidado personal, para estar con amigas, para desarrollar un hobbie, para mover el cuerpo, descansar, leer. Para disfrutar. Y eso… ¿no es también salud? ¿No es también felicidad?


Y ojo: no se trata de dejar de amar o de cuidar. El problema es que la carga no se reparte de forma justa. Y mientras una cuida siempre, del otro lado hay varones que muchas veces se pierden de cuidar. De acompañar la fiebre de una hija, de elegir un regalo para un amigo del colegio, de saber qué talle de championes usan sus hijos e hijas, de sentarse a hacer deberes, de ir a una reunión escolar. Y yo creo que muchos de ellos también se están perdiendo algo importante.


La desigualdad en los cuidados no es solo injusta. Nos empobrece a todos y todas. Tiene raíz en estereotipos de género que nos impusieron roles opuestos: ellas, sensibles y disponibles para cuidar; ellos, fuertes y responsables de proveer. Una lógica funcional, pero profundamente limitante.


Una amiga que adoro me decía hace un tiempo: “Pero a mí me sale más fácil, prefiero hacerlo yo, así me quedo tranquila.” Y le pregunté: “¿No te parece raro que eso nos pase a muchas, a casi todas? ¿No será que estamos culturalmente hechas para eso?”


Cuestionarnos lo que naturalizamos es clave. Porque eso que damos por hecho, que asumimos como lógico, moldea nuestras vidas, nuestras decisiones y nuestras relaciones. Y por eso, hablar de esto importa. Porque cuando compartimos lo que pasa en lo privado del hogar, vemos que se repite. Y al ponerlo en común, podemos pensarlo juntas y juntos y construir nuevas formas de hacerlo, para que todas las personas estemos mejor.

 
 
 

コメント


Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

BRAVA

  • Instagram
  • Twitter
  • LinkedIn

© 2022 por Brava

bottom of page